sábado, 1 de octubre de 2016

La vida en la posguerra, Piérnigas



De izquierda a derecha: Alberta R., Rosario R., Aurora R., Gregoria N., Asunción R. y Felisa R.

Estas señoras del pueblo recuerdan que por aquella época se vivía con miedo y mucho control, por parte del Castoril y el cuartel de Los Barrios de Bureba.


El Castoril de Briviesca, venía a controlar el trigo para quitarlo y darlo a los soldados. A su llegada tocaban las campanas para que todos supiesen de su presencia. La astucia reinaba en aquella época y por ello los piernigueses guardaban el grano entre las sábanas, en agujeros dentro de los pajares… Sacaban lo justo para comer. El trigo lo molían a la noche en el molino de los Congostos (Rojas) acompañados de las mulas.



Del cuartel de Los Barrios de Bureba venían a controlar los víveres. Una vez fueron al horno, a ver qué tipo de pan estaban haciendo. En aquel entonces les obligaban a comer el pan sin cerner (sacar el salvado, quedando la harina blanca), que para ello usaban un cedazo como el que tenemos abajo en la foto, que nos enseñó Julián L. En el horno se encontraron a la difunta Antonina cociendo. La preguntaron si todos cocían como ella, a lo que respondió que sí. Entonces, algunos del pueblo tuvieron que esconder el pan que habían hecho debajo de las pilas de leña.



El ganado que tenían las familias no lo requisaban porque tenían poco. En el caso de los cerdos, para que no “requisasen” nada, los mataban con una maza para que no chillasen y nadie se enterase que estaban de matanza. En esta imágen se ve la banca de nuestro vecino Victorino, que era donde trabajaban con el cerdo muerto.


Además, en aquella época el pueblo era muy transitado por pobres, gitanos, vendedores ambulantes, feriantes...Así como por Componedores, que venían de Poza de la Sal a arreglar las cazuelas con el estaño. También recibian la visita del entonces conocido Pajares, al que le daban las alpargatas viejas a cambio de pilongas; los de Miranda que vendían telas o zapatillas y de Galicia pendientes, anillos…

Los pobres acudían al pueblo cada semana. A su llegada, la difunta Clara se encargaba de avisar a  la gente del pueblo para saber quién se encargaba de ellos, pues les tenían que dar cobijo y cena.

Los gitanos estaban establecidos en la ermita de San Martín, que entonces estaba abandonada. Eran conflictivos, pues robaban gallinas en el pueblo. A los años cincuenta ya marcharon y no volvieron más.

Por último nos hablaron de la gente del circo, que venía de vez en cuando. De ellos recuerdan a dos hermanos que cantaban “Somos dos pistoleros con grande fama…”

2 comentarios:

Sergi Bernal dijo...

Hola, cuando hablas de Castoril, te refieres a Castor Garcia. Jefe de la Policia local de Briviesca?

Blog de Piérnigas dijo...

Hola! Gracias por el comentario. Pues tendré que preguntar porque no sabría decirte. En cuanto lo sepa te digo.